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Clásica y ópera -

La Gioconda


La década de 1870-1880 fue rica en óperas nuevas que habrían de entrar en la historia Aida, Il guaraní, Borís Godunov, Carmen, El anillo del Nibelungo... las que el 8 de abril de 1876 se añadió La Gioconda de Amilcare Ponchielli,
Amilcare Ponchielli


La década de 1870-1880 fue rica en óperas nuevas que habrían de entrar en la historia. Entre ellas se cuentan, Aida, Il guaraní, Borís Godunov, Carmen, El anillo del Nibelungo, en total, un gran ramo de óperas famosas, a las que el 8 de abril de 1876 se añadió en la Scala de Milán La Gioconda de Amilcare Ponchielli, recibida con un clamoroso júbilo. Desde entonces no ha habido ningún escenario importante del mundo que no haya representado esta ópera.

 

Ópera en cuatro actos (cinco cuadros).

 

Libreto de Arrigo Boito, basado en un drama de Victor Hugo.

 

Personajes: La Gioconda, cantante callejera (soprano); La Cieca, su madre ciega (contralto); Alvise Badoero, inquisidor (bajo); Laura, su esposa (mezzosoprano); Enzo Grimaldo, noble de Genova (tenor); Barnaba, espía de la Inquisición (barítono); Zuane, barquero (bajo); senadores, marineros, pueblo.

 

Lugar y época: Venecia, siglo XVII.

 

Argumento: La obertura adelanta melodías de la ópera, de acuerdo con el uso de la época. El primer cuadro se desarrolla frente al palacio ducal, en el carnaval. El pueblo se divierte. Barnaba ve acercarse a la Gioconda con su madre. Desea a la joven y bella cantante callejera, pero ésta ama al príncipe Enzo Grimaldo, que por razones políticas está desterrado. Cuando la Gioconda lo rechaza de nuevo, Barnaba decide alcanzar su objetivo por medio de la presión. Acusa de brujería a la anciana ciega, madre de Gioconda. A causa de sus hechizos, Zuane ha perdido la regata.

 

El barquero subleva al pueblo contra la ciega. Enzo, que ha regresado en secreto y está disfrazado de marinero dálmata, intenta inútilmente protegerla. Entonces se abren las puertas del palacio ducal, Badoero aparece al lado de su esposa Laura. Barnaba acusa a la ciega, y el inquisidor decide, presionado por el pueblo, llevarla ante el juez. Desesperada, la Gioconda trata de cambiar su decisión, pero sólo la intervención de Laura lo ablanda. La anciana ciega le regala un rosario y canta el aria, que se ha hecho célebre, «Voce di donna o d'angelo». Laura ha reconocido a Enzo entre la multitud y vuelve a encenderse el antiguo amor de ambos. Barnaba los ha observado y se acerca a Enzo ofreciéndose a llevarle a Laura aquella misma noche a su barco. Enzo acepta, a pesar de sus dudas. La Gioconda descubre el doble juego de Barnaba y decide salvar a su amado.

 


El acto segundo se desarrolla a orillas del mar: gran escena musical con coros, en parte a ritmo de barcarola; en el punto culminante está la magnífica aria de Enzo «Cielo e mar!», la pieza de exhibición de todos los tenores del bel canto. Laura llega en un bote para huir con su amado y comenzar lejos de Venecia una vida más feliz. Enzo da las órdenes para partir. Entonces aparece la Gioconda; su primer impulso consiste en matar a la rival, pero Laura le enseña el rosario que le dio la madre ciega como agradecimiento por haberla salvado de las turbas. La Gioconda salva a Laura en su propio bote de los esbirros de Barnaba, que se aproximan. Enzo libra una lucha desesperada contra la fuerza superior de los barcos enemigos; al verse perdido, incendia su barco.

 


En el acto tercero, Badoero ha jurado que matará a su infiel esposa. Barnaba lo ha revelado todo. Han perseguido y encarcelado a Laura, que debe beber una copa de veneno que le ha dado su esposo. Sin embargo, la Gioconda, que se encuentra en palacio, ha logrado reemplazar el veneno por un narcótico, que Laura bebe en ese momento. Mientras en las salas de palacio se celebra una fiesta deslumbrante, para la que Ponchielli compuso la inspirada «Danza de las horas», una música de ballet conocida en todo el mundo, Badoero contempla el supuesto cadáver de su esposa. Luego anuncia su suicidio a los invitados. Lanzando un grito, uno de los invitados se quita la máscara y se enfrenta al inquisidor con actitud amenazante: es Enzo. Los guardias lo reducen rápidamente. La Gioconda promete a Barnaba que le pertenecerá si salva a Enzo. Para poder ejercer una doble presión sobre la cantante, Barnaba secuestra a la madre ciega.

 

El último cuadro se desarrolla en la casa de la Gioconda. Personas de confianza introducen a Laura, sumida en un profundo sueño. Enzo ha sido liberado por Barnaba, pero cree que Laura está muerta. La Gioconda ha tomado una decisión: quiere unir a Laura y a Enzo, que deben huir al extranjero. Luego, para no pertenecer a Barnaba, quiere suicidarse. Laura despierta y con Enzo se arrodilla frente a la Gioconda, a quien ambos amantes deben tanto. Cuando huyen de allí, comienza el trágico final. La cantante dice a Barnaba, que irrumpe en la habitación, que quiere adornarse para él. De ese modo puede coger la daga sin ser descubierta y clavársela en el corazón. El delator, lleno de odio, le arroja a la cara la noticia de que ha estrangulado a su madre, pero la Gioconda ya no lo oye.

 

Fuente: El drama Angelo, tirano de Padua, de Victor Hugo.

 


Libreto: Arrigo Boito, usando como seudónimo el anagrama «Tobia Gomo», que apenas lo oculta, hizo varias modificaciones radicales en la obra de Victor Hugo, trasladó la acción de Padua a Venecia y le dio el título atractivo pero discutible de La Gioconda; significa propiamente, como se sabe, la alegre, la jocunda, y por el famoso cuadro de Leonardo da Vinci, se pone en relación con una misteriosa sonrisa. No se dice absolutamente nada de ambas en la ópera, ni de la modelo del cuadro ni de la sonrisa. ¿Quiso señalar con ello Arrigo Boito que una cantante callejera, esto es, la soprano dramática convertida en figura principal, debe sonreír en el ejercicio de su profesión? Se pueden hacer al libreto, a pesar de los dos padres ilustres que posee, Hugo y Boito, graves objeciones. Es inverosímil, excesivamente romántico y efectista; y sin embargo, ponerlo en música ha tentado a varios compositores.

 

Música: Angelo, tirano de Padua, de Victor Hugo, ha sido puesto en música varias veces. La versión de Ponchielli es contemporánea de la del ruso César Cui, que apareció dos meses antes que la del italiano y ha sido completamente olvidada. La música de Ponchielli, en cambio, ha permanecido por su pasión, dramatismo e inspiración melódica. Muchos fragmentos se han grabado en el corazón de los amantes de la ópera («Voce di donna o d'angelo», «Cielo e mar», «Suicidio») y hoy, gracias a los discos que graban los cantantes famosos, son más populares que nunca. A ello se añade la «Danza de las horas», que se cuenta entre los ballets operísticos de más éxito. Unos pasajes de La Gioconda recuerdan a Verdi; otros permiten reconocer lo que Puccini debe a su maestro Ponchielli.

 

Historia: La década de 1870-1880 fue rica en óperas nuevas que habrían de entrar en la historia. Entre ellas se cuentan Il guaraní (1870) de Gomes, que se convirtió en la ópera nacional del Brasil; Aida (1871) de Verdi; Borís Godunov (1874) de Mussorgski; Carmen (1875) de Bizet; El anillo del Nibelungo (1876) de Wagner, con motivo de los primeros festivales de Bayreuth; Eugenio Onieguin (1879) de Chaikovski; en total, un gran ramo de óperas famosas, a las que el 8 de abril de 1876 se añadió en la Scala de Milán La Gioconda de Ponchielli, recibida con un clamoroso júbilo. Desde entonces no ha habido ningún escenario importante del mundo que no haya representado esta ópera.

 

Amilcare Ponchielli (1834-1886)

 

Ponchielli nació el 31 de agosto de 1834 en las cercanías de Cremona. Estudió en el Conservatorio de Milán, donde escribió su primera ópera. Luego fue organista en Bérgamo y Cremona, y en esta última ciudad fue además profesor de composición (de Puccini entre otros). Sus once óperas le aportaron alguna celebridad en Italia, y con su Gioconda alcanzó fama mundial. Su estilo está entre el romanticismo y el naturalismo, es muy efectivo y contiene más elementos sinfónicos que la mayoría de las obras de sus contemporáneos italianos. Hay que destacar especialmente que el canto alcanza en su obra un gran desarrollo y llega a espléndidas cimas. Ponchielli murió en Milán el 16 de enero de 1886.



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