Lucrezia Bori, la gran soprano que reinó en la Ópera de Nueva York y nunca cantó en su país España

Lucrezia Bori reinó en la Ópera de Nueva York. No solo fue la soprano más célebre de la primera mitad del siglo XX, sino que la labor filantrópica y directiva de esta valenciana (1887-1960) fue clave para salvar la Metropolitan Opera de Nueva York, donde cantó en 473 representaciones

16/01/23

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Lucrezia Bori reinó en la Ópera de Nueva York. No solo fue la soprano más célebre de la primera mitad del siglo XX, sino que la labor filantrópica y directiva de esta valenciana (1887-1960) fue clave para salvar la Metropolitan Opera de Nueva York, donde cantó en 473 representaciones tras su quiebra la crisis de 1929. También se presentó en los grandes escenarios de Italia, como La Scala de Milán, y en otros países, donde obtuvo grandes éxitos. Cantó con las más grandes voces del momento como Enrico Caruso, Beniamino Gigli, Giacomo Lauri-Volpi o Miguel Fleta y fue dirigida por Giacomo Puccini y Arturo Toscanini, que la eligió a ella. Manon Lescaut. Pero nunca pudo actuar profesionalmente en su país, circunstancia que ha contribuido a que su nombre carezca de la resonancia y el reconocimiento que actualmente disfrutan otros artistas en España.

Un nombre que ella misma cambió a su paso por Italia. Le advirtieron que su original Lucrecia Borja estaba mal pronunciada en italiano por la iota y además relacionada con la desafortunada hija del papa Alejandro VI. sobre la que en el Renacimiento tantos prejuicios y leyendas circularon desde Valencia Rodrigo de Borja, que pasó a la posteridad con la grafía italiana Borgia. Ya con su nombre artístico, Lucrezia Bori cruzó el Atlántico y se convirtió en diva y celebridad, codeándose con miembros de las familias Guggenheim, Rockefeller, Vanderbilt, Astor y Huntington y con personalidades como Eleanor Roosevelt.

 

 

“Lucrezia Bori reinó en la Ópera de Nueva York y Concha Piquer en Broadway. Estamos investigando la posibilidad de que se conocieran entonces”, dijo José Doménech Part, biógrafo del artista, sonriendo sobre la idea en el Cementerio de Valencia este viernes. Allí, lejos del ruido comercial navideño, el Palau de les Arts honró a la cantante ante su tumba con motivo de su 135 cumpleaños y un día antes de su muerte, el 24 de diciembre de 1960. Se pidió que la enterraran en su país. Y así sucedió en 1961 en un panteón ante el que los artistas del Centro de Perfección de la Ópera Valenciana, la soprano Rosa Dávila y el pianista José Alberto Sancho, interpretaron dos arias imprescindibles de su amplio repertorio: Sí, mi Chiamano Mimidesde la Boheme, por Puccini, Y amor porgidesde la noche de fígaro de Mozart.

 

Allí, pocos días después, el presidente de la Junta Directiva de Les Arts, Pablo Font de Mora, confirmaba la figura de una «mujer extraordinaria y pionera que merece recuperar su lugar privilegiado en la historia de la poesía y de la ciudad de Valencia». «. La entidad acordó bautizar a su nuevo círculo de mecenas con el nombre de la soprano. Font de Mora recordó que la artista fue la primera mujer intérprete en ser elegida miembro de la junta directiva del Metropolitan Opera House, y tras retirarse de los escenarios, impulsó las históricas transmisiones radiales de la Espectáculo matutino del sábadoque todavía se transmiten hoy.

 

 

La cantante se retiró a principios de 1936 cuando se dio cuenta de que su voz se estaba desvaneciendo. Luego se dedicó a numerosas iniciativas caritativas. Recibió la Gran Cruz de Alfonso XIII. por su contribución a la construcción de la ciudad universitaria de Madrid, y consciente de los efectos de la inundación de Valencia de 1957, reunió en el Ayuntamiento de Nueva York a la élite estadounidense en una gala con quien había recaudado 50.000 dólares, que envió a la capital del Turia y que estaba destinado a la construcción de viviendas para las familias afectadas por la tragedia en el barrio de La Fontsanta, donde se le dedica una calle dedicada a su nombre.

 

Subasta de una joya

 

Hace casi 10 años, la Ópera de Nueva York subastó una joya donada por Lucrezia Bori al teatro y recibió tres millones de dólares, comentó Jorge Culla, director general de la Fundación Palau de les Arts. La joya fue un regalo a la cantante de Eugenia de Montijo, aristócrata española y emperatriz consorte de Francia como esposa de Napoleón III.

 

Bori estuvo varios años sin cantar tras una delicada operación. Se recuperó en Valencia, donde había estudiado música y canto, y donde años después trabó amistad con un vecino que nunca dejó de recordarla, el poeta y ensayista Juan Gil-Albert (1904-1994). Tras recuperar la voz, quiso cantar en el Liceu de Barcelona, ??aunque al final decidió actuar en Montecarlo.

 

Lucrezia Bori sigue siendo hoy en día una gran desconocida para la mayoría de la población, “aunque fue la cantante española más importante de la primera mitad del siglo XX. XX, una mujer fascinante que inspiró el respeto y la admiración de algunas de las figuras más importantes de la actualidad y abrió la puerta a toda una generación de cantantes”, dice su biógrafa.

 

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